domingo, 4 de abril de 2010

¿Puedes devenir?


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¿Puedes girar la línea sobre sí misma y transformarla en una bella rueda?
¿Y luego retomarla y doblarla sobre su centro para que sea su propio eje?
¿O subirla un poco más en línea recta y con ocho ángulos transformarla en el bello y pesado armario blanco que reposa sobre ellas, pero que a su causa, ahora se desliza suavemente sobre el suelo del que la rueda ya era una extensión?
¿O continuar con una figura más curva ascendiendo en forma de arco que se dobla sobre sí mismo en una espiral apretada para culminar en una especie de semicírculo que ahora ilumina todo el conjunto, incluyendo el viejo libro que ahora descansa lleno de polvo en su superficie? O ¿con las pinzas que se deslizan desde la mano, cortarla de un tajo, contundente e implacable, que ahora se anuda hasta no deslizarse más?
Y ¿crear un dragón naranja que reposa peligrosamente sobre un viejo radio, o una vela de una redondez casi blanca, unos lentes voyeristas y su estuche, un teléfono y su línea, un modem y su wire less, una cartera, sus tarjetas y sus identidades, unas llaves y su tilín tilín musical, una polifonía de objetos humanos animales?
Y ¿deslizarse en la forma de un cenicero sobre el cual reposa el cigarrillo que ahora hace estallar el mechero que lo había encendido y del cual escapa con una explosión el gas de manera apresurada, huyendo también hacia su extinción, dejándolo frío, verde, vacío, inservible, opaco, sólo como una evidencia del acontecer. Sólo con la vida que ahora late en su chispa y en la pequeña rueda que busca de manera desesperada un dedo que la active. El cigarrillo también se ha extinguido, ahora sólo queda un tabaco que extraña de manera desesperada su mechero y que ahora sólo ve con nostalgia: la pequeña rueda. Quizás un cerillo acuda en su auxilio.
O puedes ¿saltar a la vecindad de otra entidad que no se ve pero que ya se adivina su presencia en la aventura que emprende al caminar en una línea recta que al doblarse en cuatro partes ahora dibuja una puerta que contiene, cierra y permite que siga fluyendo la línea y con ella todo el conjunto, el espacio?
O ¿dibujar el pomo de la puerta que se extiende hasta la mano y ahora traza el personaje, sus ojos, sus labios, sus orejas, su pelo, su cuerpo que lo sostiene, su caspa , su sequedad en la piel y su cera desbordada en la oquedad auditiva, incluso, la sorpresa que ahora se detiene a observar detrás de dos cavidades negras todo el conjunto. Y ¿darle forma a la arquitectura de su casa, su desterritorialidad?
¿Puedes continuar de manera peligrosa en un devenir, con la línea doblándola una y otra vez, con violencia, con una caricia, con un beso, con odio, con abandono, con fuerza, con miedo, con ira, con sangre, con desinterés, con amor, con nuevas formas que ahora dibujan la pregunta de si ¿Puedes producir una línea que se detiene justo en el abismo en donde comienza otra frontera antes del espiral que la sostiene y cuyos rastros ahora sólo son moléculas esparcidas y difuminadas en forma de abono debajo de los más bellos jardines?

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