domingo, 4 de abril de 2010

Le jardin


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Suena una música, parece un silbido penetrante que comienza a latir con rapidez, con demasiada urgencia, la misma con la que se transforma ahora en las burbujas de un lago o de un río que ahora aparece en las texturas y los trazos de un azul oscuro, con iluminaciones de un blanco que se empeña en aparecer y desaparecer. Ahora las letras aparecen en medio de los latidos, quieren dejar constancia de quien crea estos sonidos, estos silbidos, estos latidos, estas burbujas, que también dejan claro quiénes son creados por ellas. Una empresa, una participación, un filme. Un piano o una guitarra, pausados, le dan la bienvenida a un rojo Le jardín y un paint por Marie. Las burbujas ya no son latido, son un dedo que golpea con suavidad sobre la tecla de un piano, y se han transformado en un cielo que desciende con el canto de un pájaro sobre las copas de un árbol, el blanco sigue haciendo su presencia sobre el azul oscuro y ahora se despliega sobre el verde que a su vez besa el cielo, se deja abrazar por él. El pájaro ahora se ha convertido en una canción de un bosque, la voz de una lechuza o de un grillo, o de un sapo, son una melodía bosque, un arrullo verde, dos árboles redondos que descansan sobre sus deformes cilíndricos troncos, de tierra. Ahora los troncos están sobre la tierra, no sobre la tierra, sobre un verde hierba que se desplaza hacia los dos lados acaparándolo todo y que crece hacia arriba aguijoneando con sus puntiagudas terminales el cielo azul. En medio de ellos han brotado flores o la hierba brotó de ellas, o mientras unas crecían, la otra se desplazaba apoyándose en sus raíces más superficiales y débiles. El día aclara sobre el verde hierba, ahora es un verde más pálido, la luz solar se posa sobre una cabeza. No en realidad es una especie de almohada de color café, redonda, hecha de heno, quizás de ramas secas enrolladas, sobre ella se sostiene la cabeza de un hombre de cabello negro que duerme profundamente, su boca se abre en una especie de círculo negro que se comprime y se expande al ritmo constante del ronquido musical de su garganta, el aire del bosque se aloja en sus pulmones pero también huye de ellos. Sobre su brazo, al lado derecho también duerme una mujer, el brazo del hombre es la almohada que sostiene su cabeza, la mujer de cabello rojizo duerme con una felicidad apacible, no está virada de espaldas hacia él, sino con su cuerpo y su rostro ligeramente inclinado hacia su pecho, una sábana roja cubre sus desnudeces, debajo otra sábana o un colchón azul grisáceo aísla sus espaldas del pasto. Ahora la imagen es la de la cabeza de la mujer y el brazo del hombre, ella abre primero un ojo de color verde que se percata de que acaba de amanecer, ahora lo cierra e invita al otro también a la aventura, los dos ojos se abren conjuntamente sobre el rostro y encima de una eterna sonrisa discretamente dibujada debajo de la nariz, es una sonrisa Monna Lisa. Hombre mujer bosque sonido cielo ahora son un edén, un paraíso, un jardín. (continúa)

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