sábado, 25 de diciembre de 2010

Pare


Le he insistido para que tire todas esas cosas viejas que se empeña en guardar y en recoger de la calle (no sé con qué derecho le hago esta exigencia puesto que yo hago exactamente lo mismo). Hoy he entendido que no es tan fácil deshacerse de toda esta basura, no es sólo basura. Me ha dicho que todas estas pequeñas cosas son su compañía, me ha dicho que todos los días se levanta y comienza a buscar entre todas ellas algo especial que le ocupe sus días de soledad. Me ha confirmado que si tuviera todo completamente limpio, vacío, no sabría qué hacer con tanto silencio y soledad. El padre está sólo y lo único que puedo ofrecerle es la promesa de que nunca volveré  a insistirle para que tire las cosas viejas que día tras otro repara y desbarata para quemar sus días. Tampoco yo estoy dispuesto a ocupar el lugar de ellas.

Cementerio

Tenía una deuda pendiente. Los dos se fueron sin que yo pudiera hacer nada. Es domingo. Son dos hermanos, cuya inocencia perdí hace diez años. Con ella también se fue un poco de mi vida, de mi padre y quizás también un poco la de mi madre y la de  mis hermanos. La última vez que los vi estaban sudorosos, juguetones,  entonces eran unos niños sin la marca fuerte de la guerra. O ya la tenían pero aún no había huellas en su piel, sólo un destino mortal, una mueca que desdibujaba ya sus pequeños pasos, un acecho, en la esquina, en su pequeño colegio. El padre tenía la guerra en su cuarto, lleno de polvo, de sus zapatos, de su motor lacerante rodando una y otra vez. Siempre soñó hijos para la guerra y los tuvo. Los tuvo y después ya no los tuvo como todos los hijos que se sueñan para la guerra. Las imágenes se instalaban en sus paredes, amenazantes. Decía que había que acabar con todos, pero ya alguien también imaginaba como acabar con los suyos. Su cabello está totalmente blanco largo, un largo infinito, como cuando ya no es necesario detener nada. Me levanto aprisa de esta cama que no es mía, me baño y me extraño bajo el agua. Huyo a pesar de la insistencia para quedarme. Camino por el parque junto a estos árboles cuya pequeña imagen hace diez años me cubría un domingo, como hoy. Están floridos de un violeta profundo, se mecen con el viento de domingo. Al lado la basura de la última noche de sábado donde los mortales han dejado todo, sus hígados, sus muertos callados por la estridencia de esta música infernal que no deja descansar los cuerpos. Las botellas vacías, son arrastradas por el desdén de este hombre medio zombie que barre los restos de estos cuerpos derretidos, pedazos de naranja, limón y cristales rotos. Es domingo. Él también está muerto. Disimula un poco e intenta esconderse detrás de la delgada escoba, es imposible, allí también será encontrado. Continúo mi camino y llego sin brújula pero certero al kiosco de la prensa local. Como de costumbre son los mismos dos diarios. El hombre de sombrero me dice que no le alcanza el dinero para devolverme el cambio, me dice que después puedo pagarle. En otro lugar jamás sería así. ¿Cómo sabe él que volveré? Hoy iré a visitar a los dos hermanos.