martes, 5 de julio de 2016

Doña Marula



Sábado 19 de octubre de 2013

Se llama doña Marula, ella con la mirada perdida me aclara que es en realidad Maruja, pero en su cédula se equivocaron y le pusieron Marula. Quizás esta haya sido la primera omisión y forma de agresión que experimentó doña Maruja por parte del Estado. O tal vez la primera forma en que fue moldeada por la violencia institucional. Es una mujer como de 60 años de edad. Tiene el cabello liso y sus arrugas son como diminutos surcos plegados uno sobre otro y labrados en su piel con olor a campo y a montaña y a sol de la primera mañana. Estamos sentados en una banca larga de madera o un pedazo de tablón extendido como de tres metros de largo que descansa sobre dos ladrillos ubicada justo antes de entrar, en el patio de la casa en donde la mayoría de campesinas de esta serranía reciben las visitas antes de hacerlas entrar a su casa. La banca de tamaño generoso, como un gigante ya extinto, parece estar dormida aun a la espera de los visitantes que ya nunca volverán. Huele a humedad. Detrás de mí, como espaldar, se encuentra una mancha verdusca y húmeda, me doy cuenta que es la pared del baño. Doña Marula espera a su hijo… y también espera entender por qué ya no la acompañará en las madrugadas, y ahora en sus días eternos. Su piel se sigue secando con el sol de estos días interminables. El sol también ha hecho brotar un par de flores justo al lado del baño húmedo, entre la pared y el inmenso verde.