martes, 20 de abril de 2010

Si no sabes volar

Hace algunos meses soñé que ocupaba ese lugar de la cama, eran los temores y las certezas en el reconocimiento de mis propios límites. Trancurrido algún tiempo, tu comenzaste a ocupar de manera insistente ese sitio, ese querer volar también era un no volar [por lo menos no conmigo]. Un mes después me enfrento a la pesadilla en la que los dos nos precipitamos simultáneamente por el mismo agujero.

lunes, 12 de abril de 2010

Entre tus alas - CAMILA

Fantástico video de los seis Santiagos

miércoles, 7 de abril de 2010

O saco preto

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No hospital, a enfermeira estende-lhe um saco preto de plástico resistente: 'Tome, menina'. Ela aceita e pega no saco volumoso. Volta-se para trás e olha pela última vez para o quarto. Vai-se embora, com o som dos passos a baterem no chão de pedra e a ecoarem-lhe nos ouvidos. Não ouve mais nada, só aquele som: clac, clac, clac.

Chega a casa. Senta-se no sofá, leva as mãos à cabeça e apoia-as nela durante minutos que parecem uma eternidade. Acende um cigarro e apaga-o logo a seguir. Ganha coragem e resolve finalmente abrir o saco: tira o conteúdo de dentro do mesmo e dispõe os objectos um por um em cima da mesa em frente ao sofá, num alinhamento perfeito:

- uns óculos
- umas chaves de casa
- uma carteira
- um livro marcado a meio
- um rádio
- uma moldura com o retrato dos filhos
- um lenço de bolso
- uma máquina de barbear
- um necessaire com produtos de higiene

Desbobra a roupa e o pijama e chega-a perto de si. Cheira-a e sente o odor familiar. Fixa então a atenção nos objectos que lhe parecem sorrir tristemente: os óculos que não lerão o livro que já ia a meio, a carteira (que não ousa abrir por lhe parecer uma invasão de privacidade), o rádio que não tocará as mesmas estações, as chaves que não abrirão nunca mais a porta de casa.

Coloca todos os objectos dentro de uma caixa e sela-a com fita adesiva. Vai ao sotão e arruma-a lá. Guarda apenas consigo os óculos. Põe-os no rosto. Por momentos julga ver-se de mão dada, com ele, em direcção a casa. Tira os óculos, que continuam a sorrir tristemente para si, e arruma-os na cómoda. Sai de casa e desce a rua, com o som dos passos a baterem no chão de macadame e a ecoarem-lhe nos ouvidos. Não ouve mais nada, só aquele som: clac, clac, clac.
Mafalda Melo  Sousa

martes, 6 de abril de 2010

Mujer territorio exilio


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Siempre fuiste un territorio y también un exilio.

lunes, 5 de abril de 2010

Despedida a medias de un hombre a medias



 Imagen aqui
Un hombre va a otro país llevándose la  parte que le corresponde de este que nunca fue el suyo
Se dirige a otro país que ya no es el suyo y que lo habita con feroz insistencia
 Se va para otros países con sus texturas, sus aromas, sus amores y desamores, suas saudades y sus exilios
Se va para no detenerse y caminar justo por la frontera que une y que disuelve la pesada carga de todos los países juntos, sus cadenas y sus libertades atadas
Se va porque es el secreto para estar cerca de su piel, de su pecho, de su talle, de sus inseguridades, de sus certezas, de su rostro, de una amada
Un hombre o lo que queda de él, se va para construir ese país-aje sediento de formas, colores y sonidos
que sólo reproducirán la imagen de un coche que se escapa velozmente
tirado por dos caballos salvajes,
en medio de una espesa bruma, de una calle, de un bosque.

BañoII

Imagen aqui
Cuatro rectángulos de vidrio puestos de manera vertical
28 baldosas y 7 mitades unidas por cemento que desemboca en un trozo de pared
Un continente de superficies lisas sobre las que escurre agua
Un piso resbaladizo y blanco surcado por la fuente
Un cielo vigilante cuyo límite es el vecino, la vecina, sus hijas, sus juguetes rodantes sobre el piso
Doce líneas verticales unidas por un geómetra
Un albañil, su sudor desesperado, su ruido su trabajo
Un grifo que alimenta sin cesar las superficies sobre la cual se deslizan torrentes de bolitas de cristal
Un des-agüe con forma de agujero celeste sobre el que se escapa un poco de espuma, jabón, champú, desecho industrial, plomo y hollín de una gasolina consumida, evaporada – el recuerdo de un carro que devora-
Una sirena que consume la calle con su herido a bordo, con sus carros que se apartan o aprovechan para escapar del semáforo o sus vidas
Un cuerpo desnudo encerrado en la maraña de un cubo
Una puerta corrediza de cristal detrás de la cual aguarda la seca paciencia de una toalla
Una mano que se desliza sobre la piel y lo cubre todo
Un sexo torcido hacia la derecha de su negra cabellera
El cuerpo de un semihombre desnudo que camina en el filo de la línea, no sobre ella si no en la punta en la cual es deformado por dos decisiones o más.
Un cursor que tintinea y danza alegremente sobre la superficie de un cristal, líquido, amenazante.

domingo, 4 de abril de 2010

Le jardin


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Suena una música, parece un silbido penetrante que comienza a latir con rapidez, con demasiada urgencia, la misma con la que se transforma ahora en las burbujas de un lago o de un río que ahora aparece en las texturas y los trazos de un azul oscuro, con iluminaciones de un blanco que se empeña en aparecer y desaparecer. Ahora las letras aparecen en medio de los latidos, quieren dejar constancia de quien crea estos sonidos, estos silbidos, estos latidos, estas burbujas, que también dejan claro quiénes son creados por ellas. Una empresa, una participación, un filme. Un piano o una guitarra, pausados, le dan la bienvenida a un rojo Le jardín y un paint por Marie. Las burbujas ya no son latido, son un dedo que golpea con suavidad sobre la tecla de un piano, y se han transformado en un cielo que desciende con el canto de un pájaro sobre las copas de un árbol, el blanco sigue haciendo su presencia sobre el azul oscuro y ahora se despliega sobre el verde que a su vez besa el cielo, se deja abrazar por él. El pájaro ahora se ha convertido en una canción de un bosque, la voz de una lechuza o de un grillo, o de un sapo, son una melodía bosque, un arrullo verde, dos árboles redondos que descansan sobre sus deformes cilíndricos troncos, de tierra. Ahora los troncos están sobre la tierra, no sobre la tierra, sobre un verde hierba que se desplaza hacia los dos lados acaparándolo todo y que crece hacia arriba aguijoneando con sus puntiagudas terminales el cielo azul. En medio de ellos han brotado flores o la hierba brotó de ellas, o mientras unas crecían, la otra se desplazaba apoyándose en sus raíces más superficiales y débiles. El día aclara sobre el verde hierba, ahora es un verde más pálido, la luz solar se posa sobre una cabeza. No en realidad es una especie de almohada de color café, redonda, hecha de heno, quizás de ramas secas enrolladas, sobre ella se sostiene la cabeza de un hombre de cabello negro que duerme profundamente, su boca se abre en una especie de círculo negro que se comprime y se expande al ritmo constante del ronquido musical de su garganta, el aire del bosque se aloja en sus pulmones pero también huye de ellos. Sobre su brazo, al lado derecho también duerme una mujer, el brazo del hombre es la almohada que sostiene su cabeza, la mujer de cabello rojizo duerme con una felicidad apacible, no está virada de espaldas hacia él, sino con su cuerpo y su rostro ligeramente inclinado hacia su pecho, una sábana roja cubre sus desnudeces, debajo otra sábana o un colchón azul grisáceo aísla sus espaldas del pasto. Ahora la imagen es la de la cabeza de la mujer y el brazo del hombre, ella abre primero un ojo de color verde que se percata de que acaba de amanecer, ahora lo cierra e invita al otro también a la aventura, los dos ojos se abren conjuntamente sobre el rostro y encima de una eterna sonrisa discretamente dibujada debajo de la nariz, es una sonrisa Monna Lisa. Hombre mujer bosque sonido cielo ahora son un edén, un paraíso, un jardín. (continúa)

Baño


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¿Qué es el champú si no una caricia sobre nuestro cabello mientras resbala el agua espumosa que seduce nuestro cuerpo? El agua, la espuma se va hacia sus confines. Y ¿tu pijama? ¿Qué es si no mi cuerpo en el vacío de tu cuerpo, de tu talla, de tu talle, de tu ombligo que asoma en medio de la ventana de tus botones, de tu olor en las axilas, de tu sexo, de mi sexo que puja también por continuar a tu lado? Y ¿mi presencia en esta casa? ¿Qué es si no la presencia de mi amor, mi nueva frontera, que se enrosca y se ata en cada uno de sus cantos? No para ya no irse, no para no despedirse, sino para dejar una estela de átomos que te llevarán a otras orillas.

¿Puedes devenir?


Imagen aqui
¿Puedes girar la línea sobre sí misma y transformarla en una bella rueda?
¿Y luego retomarla y doblarla sobre su centro para que sea su propio eje?
¿O subirla un poco más en línea recta y con ocho ángulos transformarla en el bello y pesado armario blanco que reposa sobre ellas, pero que a su causa, ahora se desliza suavemente sobre el suelo del que la rueda ya era una extensión?
¿O continuar con una figura más curva ascendiendo en forma de arco que se dobla sobre sí mismo en una espiral apretada para culminar en una especie de semicírculo que ahora ilumina todo el conjunto, incluyendo el viejo libro que ahora descansa lleno de polvo en su superficie? O ¿con las pinzas que se deslizan desde la mano, cortarla de un tajo, contundente e implacable, que ahora se anuda hasta no deslizarse más?
Y ¿crear un dragón naranja que reposa peligrosamente sobre un viejo radio, o una vela de una redondez casi blanca, unos lentes voyeristas y su estuche, un teléfono y su línea, un modem y su wire less, una cartera, sus tarjetas y sus identidades, unas llaves y su tilín tilín musical, una polifonía de objetos humanos animales?
Y ¿deslizarse en la forma de un cenicero sobre el cual reposa el cigarrillo que ahora hace estallar el mechero que lo había encendido y del cual escapa con una explosión el gas de manera apresurada, huyendo también hacia su extinción, dejándolo frío, verde, vacío, inservible, opaco, sólo como una evidencia del acontecer. Sólo con la vida que ahora late en su chispa y en la pequeña rueda que busca de manera desesperada un dedo que la active. El cigarrillo también se ha extinguido, ahora sólo queda un tabaco que extraña de manera desesperada su mechero y que ahora sólo ve con nostalgia: la pequeña rueda. Quizás un cerillo acuda en su auxilio.
O puedes ¿saltar a la vecindad de otra entidad que no se ve pero que ya se adivina su presencia en la aventura que emprende al caminar en una línea recta que al doblarse en cuatro partes ahora dibuja una puerta que contiene, cierra y permite que siga fluyendo la línea y con ella todo el conjunto, el espacio?
O ¿dibujar el pomo de la puerta que se extiende hasta la mano y ahora traza el personaje, sus ojos, sus labios, sus orejas, su pelo, su cuerpo que lo sostiene, su caspa , su sequedad en la piel y su cera desbordada en la oquedad auditiva, incluso, la sorpresa que ahora se detiene a observar detrás de dos cavidades negras todo el conjunto. Y ¿darle forma a la arquitectura de su casa, su desterritorialidad?
¿Puedes continuar de manera peligrosa en un devenir, con la línea doblándola una y otra vez, con violencia, con una caricia, con un beso, con odio, con abandono, con fuerza, con miedo, con ira, con sangre, con desinterés, con amor, con nuevas formas que ahora dibujan la pregunta de si ¿Puedes producir una línea que se detiene justo en el abismo en donde comienza otra frontera antes del espiral que la sostiene y cuyos rastros ahora sólo son moléculas esparcidas y difuminadas en forma de abono debajo de los más bellos jardines?